martes, 30 de junio de 2009

sus manos

Nunca me había parado a mirar sus manos. Sus dedos largos y sus uñas grandes y cortadas hace dos días. Me agarra con fuerza, quiere sacarme el alma a base de caricias.
Sus manos parecen mayores que él. Tal vez, porque con ellas escribe cosas que su cuerpo no ha vivido todavía. Porque con ellas teclea las palabras que no ha llegado a paladear. Porque con ellas me manosea con tanto amor, con tanto deseo, que la fuerza las desgasta. Nunca me había fijado en sus manos, y las miro ahora, en este orgasmo.
Sé que a partir de ahora, cerraré los ojos y veré sus dedos largos que huelen a nicotina. Y se me escapará media sonrisa.

lunes, 22 de junio de 2009

mal garabateado durante un viaje en autobús: historia de amor mal resumida

Llevaba quince días con la mochila al hombro. Ya se había acostumbrado al calor de julio. Aprendió a llevar en brazos una botella de agua todo el día. Y había descubierto una tienda de barrio donde preparaban un merengue extremadamente bueno. Pero sus ojos rasgados le desvelaban y sólo podía ser vista como una turista más.
Decidió quedarse sola para terminar de empaparse de la ciudad y se reencontraría con sus amigas en el sur de Francia, para culminar su tour europeo en Paris. A Kaori le habían gustado las tascas de La Latina y, si fuera por ella, incluiría papas bravas en la dieta japonesa. Como souvenirs se llevaba un bote de ali-oli en la mochila y un taco de postales de Goya. Le quedaban tres días por Madrid y decidió volver al Reina Sofía por segunda vez, para despedirse del Guernica en condiciones.
Tomaba notas en su cuaderno (con grafía occidental y en inglés) que le serviría para terminar la tesina, cuando otro guiri solitario comenzó a escribir líneas torcidas a su lado.
Kaori y Jerôme se tomaron un granizado de limón buscando la sombra entre las calles de Malasaña y se contaron sus vidas entre sílabas inglesas, páginas de diccionarios y gestos sin idiomas.
Decidieron compartir viaje hasta Niza, donde se dijeron adiós sólo hasta que Kaori volvierse a su apartamento de Shibuya. A partir de entonces comenzaron a intercambiarse mails, polaroids y videoconferencias. Ella firmaba como Sofía (como el Reina). Él como Ruiz (ella le descubrió el sitio donde se hacían los merengues más ricos). Pusieron dos equis en Londres y Estambul. Y ahí se vieron con sólo uno meses de diferencia.
Ahora están instalados en Ópera. Sophie ya tiene dos años y Juan nacerá a finales de año. Hoy han pintado de azul la habitación del fondo. Kaori ha hecho papas bravas para picar.
Fotografía en Parque Yamaguchi (Pamplona). Mis pies fotografíados por el chico de cuatro letras.

sábado, 13 de junio de 2009

tecleado automático

Los sábados y domingos siempre toma Coca-Cola y un ibuprofeno para desayunar. Se levanta con calma, con las marcas de las sábanas y del sudor calcados en el cuerpo. Se pone bajo el chorro de la ducha durante 26 minutos y se vuelve a tumbar en la cama, desnuda y con el ventilador haciendo ruido. Hoy ha decidido ponerse de nuevo frente a una hoja en blanco, frente a su mente en blanco. Y ya no le salen las palabras. La llegada del verano le ha sorbido las letras, las tildes y las comas. Así que ha paseado, ha comprado naranjas y se ha echado la siesta. Se ha fumado un par de cigarros. A las 6 en punto, él le ha llamado. Han tomado un helado y después han follado, mejor que nunca. Estaban dormidos, pegados por el calor, cuando ella se ha despertado. Acolchando sus pisadas en el aire, se ha sentado frente al ordenador. Con cuidado se ha puesto a teclear. De golpe. Sin pensar. Teclear lo que sea. Ha empezado a contar su día, desde que por la mañana ha desayunado una Coca-Cola.