Acabé diciéndote guarradas al oído. Pegada a tu oreja recordé lo que me gusta tu sudor. Y a ti el mío y también el tuyo. “Es algo animal”.
Fue el día que enterraron a mi abuelo y me fui a emborrachar para poder llorar sin vergüenza. Te esperaba en la barra del bar al que ibas siempre, con dos whiskys y la cara lavada.
En tu casa me olisqueaste la nuca. Y yo acabé diciéndote lo que nunca me había atrevido.
eso provoca lo mismo que te deja llorar sin vergüenza..
ResponderEliminarPuede que en el fondo lo de llorar sin vergüenza fuera una excusa.
ResponderEliminargran descubrimiento tu blog!
ResponderEliminarFranelí, Eterna, muchas gracias chicas. No sé si fue el alcohol o las ganas guardadas, pero ella pudo escupir lo que quería.
ResponderEliminarLuLú, muchas gracias. El placer es mío. Espero seguir viéndote por aquí.