miércoles, 18 de febrero de 2009

dos de azúcar


Se pidió un café solo. Sin leche. Sin azúcar. Se lo bebió despacio. La amargura le robó hasta escalofríos. Ardía. Al marcharse dejó en la mesa un reguero de servilletas echas bola. Como siempre. Subió por la rua de São Tomé. Callejeó. Compró una lámina y un pastel de crema que se comió caminando hasta Castelo (sí, notaba las dos cucharadas de azúcar que no se echó en el café). Se enamoró de una ventana vieja que todavía mostraba orgullosa su color azulete y la fotografió junto a una cabina blanca (y manchada por dentro), una fuente seca, sábanas tendidas, hojas esquinadas y baldosas descascarilladas. Terminó un carrete. Pensó colocar la lámina sobre el cabecero de la cama. Cogió un tranvía y en el traqueteo salteó algunas notas (“las pasaré a limpio mañana”) sobre su nuevo relato.

En casa se duchó con agua caliente, ardiendo. Se acordó del café solo. El que quemaba. El que se tomó sin azúcar. Casi sin secarse, con el calor subiendo y bajándole la espalda, salió del baño y fue al salón dejando huellas de agua en el pasillo. Apagó la tele y comenzó a besarle el cuello, a lamerle los dedos. Hicieron el amor a medio camino del sofá y el suelo. Y follaron encima de la mesa, para terminar corriéndose en la cama, jadeando y agotando sus cuerpos. Echó de su cuerpo todo el calor guardado.
Mientras se liaba un pitillo terminó de decidir que la lámina quedaría de puta madre sobre el cabecero. “¿Te apetece un café?”, preguntó. “Sí, con dos de azúcar”.
Meneó las caderas hasta la cocina, tal y cómo se menean unas caderas recién ensanchadas de amor y con el alma resbalando por las piernas. Se terminó el piti mientras el café se hacía. La cafetera silbó y sirvió en dos tazas, una blanca y otra roja. Para él dos de azúcar. Ella se echó tres, que la amargura del de antes no le había gustado. Él fue a la cocina, llamado por el olor requemado. Ella le enlazó las piernas a su espalda y le silabeó al oído: “Ya lo he decidido”…

2 comentarios:

  1. Oh, y qué fue lo que decidió. Cat se muere de curiosidad por saberlo.


    Un miau con tres cucharadas

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  2. Pues esperemos que sea lo que sea lo que decidiera, fuera algo bueno.

    Un beso (:

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