lunes, 16 de febrero de 2009

estoy en la orilla

Lo tecleé hace ya mucho tiempo.
Conozco a un hombre que vive en el fondo del mar. Sí, en el fondo del mar. No se trata de una leyenda mitológica, no se cubrió el cuerpo de escamas ni se operó branquias. Todo fue tan sencillo y natural que son muy pocos los que conocen su verdadera naturaleza. La transformación comenzó en su niñez.
Pasaba los veranos en tierras húmedas del norte, de lengua cantarina, con olor a verde y con vecinas hechiceras. Desde el primer momento, el eterno mar que se extendía ante su pequeña y discreta presencia, tapado por bosques de eucalipto, acebo y castaño, le embrujó por completo.
Las mañanas de unían con las tardes, las tardes con las noches y así, un día tras otro, la transformación se completó sin que nadie se diese cuenta. El color azul se encajó en sus ojos, y desde entonces vive en un mundo de tonalidad cian y añil. La sal se metió por su nariz y rebosó los poros de su piel, por eso sólo percibe olor salino y su piel cristalizada, a veces, hace llorar. Adquirió la (no) memoria de los peces y la soledad del océano se hizo su amante eterna. Cuando respira, su cuerpo se llena de polvo de coral. Cuando expira el humo de su tabaco azul dibuja formas de ola en el aire. Se le puede ver nadando por el mundo (por su mundo monocolor) solo, dejándose arrastrar por la corriente y adentrándose en marismas oscuras.
Pero de vez en cuando añora la arena quemada, la fuerza de la espuma chocando en la roca y vuelve a la costa. Ahí le espero yo. Al verme, me dice que huelo a orilla y yo me lleno de su olor a mineral y salitre. Nos tumbamos, él a que el sol le pique y yo a cubrirme de sombra. Me cuenta lo que ha visto en el fondo del mar: las algas que se enredan, los peces minúsculos, la oscuridad del fondo, tiburones aterradores y acantilados interminables que llevan hasta el centro del infierno. Yo le explico lo que he visto, lo que se me ha permitido ver sin que el sol me cegara. Y los dos nos llenamos de arena y de brisa. En el punto en que su mar y mi sol se unen. Un lugar que sólo conocemos nosotros. Sí, conozco a un hombre que vive en el fondo del mar.

2 comentarios:

  1. justo

    justo hoy hice una mujer del Mar

    solo que la mia no sufrio transformación alguna, solo decidio vivir junto a los peces.





    Gracias por los comentarios, a todos nos queda mucho por aprender, demasiado.

    un agrado :)

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  2. Lindo hallazgo...
    Yo también tengo blog, además de fotolog (lo tengo un poco abandonado, dicho sea de paso), así que te seguiré también por aquí.

    Un beso salado

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Garabatea con colores.