miércoles, 6 de mayo de 2009

el vaso sobre la mesilla

Metió el dedo en ella. Con cuidado. Después introdujo la mano en el vaso de agua, el que estaba sobre la mesilla, porque decía que así se quedaría el aroma a ella en la habitación.
A él le ponía inhalar ese olor a violetas.
Al principio la folló con dulzura. Pero enseguida ella le envolvió la espalda con sus piernas y marcó un ritmo rápido. Violento. Deshicieron la cama, rodaron por el suelo y se tatuaron la piel con el estucado de la pared.
El reloj arrastraba horas de jadeos y de aliento caliente. Ella era, es multiorgásmica y con cada gemido, con cada minuto, clamaba su muerte. Terminó llorando de placer a cuatro patas y mordiéndose las muñecas.
Él se corrió temblando y desde la calle sonaron fuegos artificiales. Cuando ella fue al baño, con el alma escurriendo entre las piernas, él se fumó un piti tumbado sobre el colchón desnudo.
Ella volvió y se durmió con agujetas en la pelvis, un camino de círculos violetas bajando por su vientre y dientes marcados en su pecho.
Él dio la última calada y se dejó caer sobre la almohada empapada.
Durmieron una media hora. Al despertarse lo volvieron a hacer. Los dos querían más y se lo dijeron el uno al otro con miradas y sílabas guarras. Después se ducharon y se vistieron despacio.
Le acompañó hasta la puerta. Se despidieron con un beso eterno. Y fue antes de salir, cuando él se dio la vuelta y le dijo un “te quiero”. Un “te quiero” arrastrado por su lengua con miedo y dulzura, incubado por dentro con vergüenza. Le tembló la barbilla y se puso rojo. Ella le devolvió un “y yo a ti” sincero que le salió volando de las tripas, que sabía a sal y a la fruta madura que saben los besos.
Volvieron a la habitación acariciándose con las manos y miradas. Se desvistieron a mordiscos e hicieron el amor otras dos horas.
Ahora, a veces a ella, se le escapa un “te quiero” en algún gemido.

2 comentarios:

  1. luego a ella se le escapan entre gemidos.
    profundos.
    incontrolables.

    perfecto.

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  2. Y él guarda esos te quieros, que saben a violetas y a sexo; y se los devuelve antes de irse. Se lo dice al oido, muy bajito y sin ponerse rojo, mientras cuenta los segundos que quedan para volverse a ver.

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Garabatea con colores.