domingo, 20 de septiembre de 2009

medusas de té

Cuando tenía siete años su hermano le habló por primera vez de las medusas de té. Unos extraños animales que sólo despiertan al nadar en agua y tiñen todo de color. Por eso siempre le ha gustado el frío y el olor a calefacción en casa, las tazas humeando. El ritual de hervir el agua y ver cómo el té escupe color. Las gotas de leche dibujando espirales. El sonido de la cuchara contra la taza. Cuando piensa en su casa de Blisset Street la boca se le llena de sabor a sopa y escucha el crujido del tercer escalón subiendo (el octavo bajando).

Dicen que con veinte años no se ha podido pensar en la muerte. Mentira. El mismo día que dejó de creer en las medusas de té, la muerte se le ancló en la cabeza. Se sintió morir. Descubrió que el dolor y el placer están a un paso, a un guiño. Y si el dolor le hacía sentir la vida, el dolor de la muerte le haría sentir el todo. No soportaba no saber dónde estaba antes de existir. No soportaba no saber porqué estaba aquí. Quería saber porque veía. Gemía. Sentía placer. Lloraba. Quería. Amaba. Por qué coño se despertaba de madrugada sin poder respirar y con un dolor en el pecho. “Porque es el dolor de vivir”, le diría el doctor Tyler.

La primera vez que intentó suicidarse sólo tenía diesiete años y había follado por primera vez en la furgoneta de reparto de una panadería de Dutton Street. Al llegar a casa se sentó en la cocina y bebió una tazá de té con leche. Como siempre, sacó la bolsita de té y vio cómo se secaba sobre la encimera. Mientras, se oía un capítulo de EastEnders en el salón. Fue al baño del piso de arriba. Mientras se llenaba la bañera, se desnudó. Los cristales se habían empañado. Entró en el agua ardiendo. Olía a calefacción. Se rasgó las muñecas con la cuchilla de su padre. Antes de que se le cerraran los ojos vio como la sangre dibujaba en el agua caliente. Igual que las medusas de té.
Despertó en el hospital de Lewisham con sus padres llorando a sus pies y maldiciéndose el uno al otro. Una semana más tarde una enfermera le provocó el vómito después de haber tragado un bote de pastillas robado. Pasó dos años de tratamiento en un hospital. Por las mañanas talleres. Por las tardes algo de deporte, terapia y paseos por aquel jardín enorme.

Ahora trabaja en una tienda de Buck Street Market y vive en un minúsculo apartamento. Está bien. Puede ir andando al trabajo y con una cama le basta. Los dedos le huelen a tabaco y se alimenta de sopa, noodles, pollo frito y poco más. Sólo le ha explicado la existencia de las medusas de té al doctor Tyler. Sólo a él le ha contado que, cuando tenía siete años, su hermano le habló por primera vez de las medusas de té.

5 comentarios:

  1. Ayer me dio un paseo por un backstage, y por fidelidad a las fotos que saqué actualicé con algo así el blog. Pero tenía esto en la cabeza. Bañeras y sangre y pensamientos extraños. Has escrito lo que decidí dejar para otro día y me gusta. Mucho.

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  2. He estado paseando por tu blog, y he sacado dos conclusiones: vives en Madrid (es así no?)y escribes genial. Preciosos relatos como este.... Cuantas emociones en unas cuantas líneas y que triste historia.
    Esas preguntas que formulas en un principio, creo que cualquier ser humando de pequeño se lo ha preguntado alguna vez.
    Me llamo Jorge, espero que no te importe la visita :). Y pasate cuando quieras.

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  3. Lo has escrito muy bien y aunque no he logrado comprenderlo del todo, me ha gustado mucho. Me encanta leerte :)
    Un besito desde Marte, y a ver si veo yo alguna vez las medusas de té.
    Mirna

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  4. Pues sabía que estabas viviendo en Madrid por un texto que colgaste hace unos meses sobre Madrid (perdón por la repetición jaja), y he pensado que alguien que escribe eso, tiene que vivir aquí :).
    Gracias por pasarte. Nos seguimos vale?
    Saludos

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  5. Al comenzar con las bolsas de té, no imaginé que desembocaría en intentos de suicidio. Me ha recordado a "Siete almas", sólo que con mejor guión para película.

    Un besito.

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